Discurso de Unamuno

VENCEREIS,PERO NO CONVENCEREIS,


VENCEREIS,PORQUE TENEIS SOBRADA FUERZA BRUTA


PERO NO CONVENCEREIS


PORQUE CONVENCER, SIGNIFICA PERSUADIR


Y PARA PERSUADIR, NECESITAIS ALGO QUE OS FALTA ,


¡RAZÓN Y DERECHO EN LA LUCHA!







viernes, 4 de marzo de 2011

Divagando entre la tradición


                                                      
Sobre la cumbre de uno de los paisajes más hermosos que posee la Navarra media, se asienta la Foz de Lumbier, y si atisbamos nuestra mirada sobre el cielo que la baña, nos encontraremos con una pequeña ermita que sucumbe entre matorrales, aquella que todo Lumbierino conoce como: La trinidad. Una peregrinación que se remonta al siglo XVI, a la cual, los habitantes de esta pequeña villa han sabido corresponder como una de sus más fieles tradiciones.
El domingo 27 de febrero me dispuse a ascender a este inhóspito paraje. Me muevo fruto de la curiosidad por un lugar que prácticamente mi mente ha olvidado, en compañía de mi hermano. Una mañana cubierta de nubes, con el peculiar cierzo que caracteriza a la villa se abre ante nosotros. El viento penetra entre las grietas de nuestros abrigos y pasados diez minutos nos topamos con la primera de entre las catorce cruces que componen el sendero, representando catorce escenas del evangelio, a cuyo pie, los peregrinos colocan piedras como símbolo de su paso por esta tierra. El camino aflora entre helechos y piedras angulosas que nos hacen resbalar continuamente,  pero al fondo, una imagen preciosa nos obliga a detenernos para tomar unas fotos.
Tras ascender durante treinta minutos nos encontramos con la quinta cruz, en cuya parte superior se puede atisbar un holograma: las dos manos de la Virgen portando al niño Jesús. En ese preciso instante depositamos dos pequeñas piedras a sus pies, sobre las cuales escribimos nuestros nombres, con el deseo de volver años después y poder rememorar la bella estampa.
El cielo comienza a tornarse de un gris apagado. Parece que la lluvia va a hacer acto de presencia, debemos darnos prisa, apurar nuestro ascenso a la cima. Después de un breve descanso, al alzar la mirada sobre el cielo, observamos la presencia de varios buitres leonados, característicos de esta zona y que forman parte de la propia historia de la villa lumbierina. Es imposible la escalada hacia esta ermita sin diversos parones, la continua pendiente ascendente y el camino pedregoso provocan el cansancio de cualquiera. Al darnos de bruces con la décima cruz, observamos un surco en la propia roca que compone la montaña, recubierta entre matorrales, a la que es imposible acceder, y es en este preciso instante cuando viene a mi mente una imagen que me hace retroceder ocho años atrás. Comienzo a recordar el mismo sendero, pero la imagen se torna diferente. Esta vez  se encuentra repleto de peregrinos, pero lo que más me llama la atención son aquellas figuras descalzas, portadoras de capirotes negros que solo dejan al descubierto sus miradas. Recuerdo el silencio ensordecedor, el peso de las cruces sobre sus hombros y la expresión de una niña de once años que dice: “¿Pero mamá, no se hacen daño en los pies subiendo descalzos?”
Después de ese retorno a mi infancia, la voz de mi hermano me devuelve a la realidad, a golpe de -Nerea, hemos llegado-. Alzamos la mirada y observamos la esbelta ermita que corona la montaña, de un blanco que contrasta con el gris de la piedra. Nos disponemos a leer el legendario letrero que se encuentra junto a la entrada derecha del lugar, aquel que dice: Trinidad de Lumbier, siglo XVI. Así, entre el viento incapaz de resignarse a dejar de abatirnos, nos quedamos sentados entre aquel trozo de leyenda, cargado de historia, entre el silencio provocador  de huellas descalzas, entre el repiqueteo de la lluvia al chocar contra los cuerpos, pero sobre todo, experimentamos algo que con once años la mente es incapaz de experimentar, esa sensación que te hace perteneciente a  un lugar, parte de una tradición, la misma que te confirma que ese patrimonio también te pertenece.

1 comentario:

  1. ¡Qué genial! Me encanta. Qué dulce la niñita!! :) Continua así, que llegarás alto (casi tanto como la montaña)

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