Discurso de Unamuno

VENCEREIS,PERO NO CONVENCEREIS,


VENCEREIS,PORQUE TENEIS SOBRADA FUERZA BRUTA


PERO NO CONVENCEREIS


PORQUE CONVENCER, SIGNIFICA PERSUADIR


Y PARA PERSUADIR, NECESITAIS ALGO QUE OS FALTA ,


¡RAZÓN Y DERECHO EN LA LUCHA!







martes, 22 de marzo de 2011

GRACIAS

 El entusiasmo con el que el sol se ensañaba contra los cristales, la devolvió a la realidad. Sentía una mezcla de victoria, miedo ante la crudeza de la vida, y la liberación que produce conseguir extirpar la más angulosa de las espinas. Debía sacar a la luz,  la verdadera historia de una silueta de boina solitaria, dueño de aquella mirada sincera, que empujaba con tristeza. Se dispuso a caminar hacia aquella casa olvidada. Nada más traspasar el umbral, el anciano le regaló una de sus sonrisas, dedicándole sus primeras palabras: ha llegado la hora. Y mientras una lágrima resbaló por su mejilla, desveló aquella historia  merecedora de  ser escuchada.
 No era más que un chiquito de 18 años, al que el otoño de 1939 consiguió alcanzar. Miraba al lejano horizonte, y lo único que conseguía deslumbrarme eran kilómetros y kilómetros de niebla. Alrededor de aquella atmósfera agria, con sabor a guerra, se asomaban senderos violados por bombas. La hojarasca seca delataba hasta al más sigiloso de los hombres, cuando sus pasos la besan. El corazón me latía de la más estrepitosa de las maneras. Inconscientemente, mi mirada se elevó surcando aquel horizonte, sobre el destino hacia el que  se había embarcado mi padre. Todavía recuerdo sus últimas palabras:
- Debo marcharme hijo, ahora que la guerra ha finalizado y me encuentro en el bando de los perdedores mi destino es el exilio. Y tú deberías hacer lo mismo. Tarde o temprano lograran dar contigo. Son astutos y para ellos somos escoria.
 Desde el mismo instante en que mis ojos recibieron un atisbo de esperanza, comencé a contemplarlo. Se elevaba firme, con su sonrisa de siempre, incluso una lágrima de alegría le asomaba. Sus mejillas tornadas se vislumbraban hermosas, podía comprender incluso lo que me decía.
-No te preocupes hijo, estoy bien, volveré. Cuando todo esto haya pasado.
 Una decena de buitres consiguió inmiscuirse entre aquel falso espejismo. El olor asfixiante a carroña consiguió devolverme a la realidad. No podía soportar que el único cabo que me aferraba a la vida, fuese mentira. Y allí mismo clave mis rodillas, entre aquel árbol atiborrado de musgo, y aquel riachuelo rebosante de entusiasmo. Todo en aquel bosque derrochaba libertad. La libertad que se habían encargado de arrebatarnos, cuartada, día tras día, hasta hacernos olvidar su significado, viéndonos reflejados en burros, cuyo motor se nutre de pura ignorancia.
Fue en ese preciso instante, cuando ocurrió algo que jamás olvidare. Me sequé el sudor congelado que invadía mi frente. Las manos me temblaban, y al alzar la mirada, me topé  con un rostro que portaba un fusil, frente a frente. Era un soldado nacional. Se mantuvo erguido y con la mirada penetrante. Pude contemplar el orgullo en sus pupilas. Aquellos ojos azules cansados me penetraban. Podía sentirlo cansado, demasiado cansado, derrotado, sin fuerza. No encerraba crueldad su mirada. Ni siquiera sus portentosas manos elevaron su fusil hacia mí, como símbolo amenazante. Simplemente se dispuso a contemplarme.
 De repente, a unos pocos metros de nosotros una voz se elevó:
 -¿Has encontrado a ese cabrón? Tenemos que limpiar este jodido país de  rojos.
Aquella mirada respondió con una frase sentenciadora.
-No, aquí no hay nada.
Sentí la necesidad de abrazarle, darle las gracias, pero cuando el miedo dejó de paralizarme el había desaparecido, sin dejar huella.
La joven conmovida por la verdad de aquel hombre dedicó su última frase:
-¿Consiguió más adelante volverse a encontrar con el soldado?
-Una mañana, pasados 40 años, me disponía a caminar por el retiro, cuando mis ojos se entrecruzaron con otra mirada. Un anciano iba acompañado de una mujer. Ella, al verme contemplándole de esa manera, franqueando las fronteras del tiempo, se dirigió a mí diciendo:
-¿Usted lo conoce?, no haga esfuerzos. Tiene alzhéimer, hace mucho que perdió la cabeza.
Jamás supe cual era su nombre. Ni siquiera si todavía sigue con vida. Pero enseguida comprendí que se trataba de la misma mirada, y  mis labios tan solo tuvieron tiempo para  pronunciar la ansiada palabra: Gracias.

1 comentario:

  1. Me ha encantado el final. Es precioso.
    Ademas, teniendo reciente a Aixiña todavia me gusta más. Precioso

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